En febrero de este año se reglamentó la Ley del Cupo Femenino, que exige un mínimo de un 30 por ciento de artistas femeninas y géneros autopercibidos en las grillas de los festivales, para desmontar de raíz la invisibilización y la discriminación patriarcal en la música argentina. Desafíos y acciones que la Ley de Cupo deberá encarar para revertir las desigualdades de género en los espacios en vivo que existen y en los que vendrán.
Desde el 8 de marzo de 2018 las mujeres músicas dijeron «basta». En 2020 insisten, ahora con una ley que las avala: «Por más mujeres arriba de los escenarios». El 7 de febrero entró en vigencia la Ley 27.539 de Cupo Femenino y Acceso de Artistas Mujeres a Eventos Musicales. Se había presentado en octubre de 2018, se aprobó en noviembre de 2019, se promulgó en diciembre de ese año y, desde la reglamentación, el Instituto Nacional de la Música (INaMu) es el organismo abocado a aplicarla. ¿Por qué la Ley de Cupo puede ser un antes y un después para las músicas y un espejo para otras luchas por una mayor igualdad de género?
Para concebirlo, primero el diagnóstico. Una de las realidades más acuciantes en la música popular argentina es el bajo porcentaje de mujeres programadas en festivales, encuentros y recitales: los hombres siguen siendo mayoría aunque se multipliquen las intérpretes, compositoras e instrumentistas. Ante eso, la ley exige a los programadores un cupo mínimo del 30 por ciento, en las grillas, de artistas solistas o de agrupaciones musicales de personas de género femenino o de género autopercibido (trans, travestis, u otras), nacionales y registradas en el INaMu. «Es una cifra que abarca a artistas solistas, a referentes de conjuntos y a músicas integrantes de formaciones de composición –de género– mixtos», describe Mercedes Liska, doctora en ciencias sociales especializada en música popular.
Para aquellos que no cumplan con dicha Ley de Cupo, el INaMu se ocupará de los apercibimientos y de las multas a los programadores, por un valor equivalente de hasta el 6 por ciento de la recaudación bruta generada por las actuaciones en ese certamen masivo en vivo, evento o festival. Dice el artículo N°10: «Lo recaudado en concepto de multas debe tener como destino el fomento y la promoción de proyectos de músicos y/o músicas nacionales emergentes». Desde mucho antes de que se presentara y aprobara la ley, y más aún desde que entró en vigencia, muchos empresarios, participantes y trabajadores de la industria de la música (productores, organizadores, curadores, responsables comerciales, managers, artistas mismos y técnicos… hombres) insisten en que la ley no debería contemplar multas, sino estímulos a la actividad. Que la igualdad de género no se consigue con inhibición de recaudaciones ni «castigos».
Uno de los símbolos de la ley, por el empuje y por la militancia que desarrolló de cara a la presentación del proyecto y a su reglamentación, es la cantante y gestora cultural Celsa Mel Gowland, junto a la Mesa «X Más Músicas Mujeres En Vivo». Ex vicepresidenta del INaMu (cargo que ocupa desde 2018 la manager y productora cultural Paula Rivera), es Mel Gowland la que busca rebatir aquellos argumentos: «Esta Ley no está pensada como un castigo ni un punitivo. Brinda oportunidades y genera acciones para que se pueda avanzar en el cupo en la música, con una enorme diversidad de artistas de todas las edades trabajando en todo el país, y, significativamente, en medio de una desigualdad de oportunidades brutal».
Paula Rivera coteja: «¿Qué proponen quienes se quejan de la Ley y hablan de estímulos? ¿Que sea el Estado el que les dé plata a los festivales y programadores para que contraten más mujeres? ¿Cómo se generan los cambios culturales y sociales? Desde ya, aparte de la ley hay que seguir generando políticas y campañas de concientización en el sector musical, tan machista, pero el cupo ha demostrado su efectividad en otros países y en otras áreas. El porcentaje de músicas mujeres y disidencias que tienen cabida en los grandes y pequeños escenarios es muy dispar respecto de los hombres. La música argentina es una parte esencial de la cultura patriarcal que debemos trascender, por el bien de todes».
Amplía Liska: «Ningún indicador hace prever que la proporción desigual de género vaya a revertirse espontáneamente. En Argentina, los responsables en la producción y organización de eventos artísticos de gran escala son hombres, que reproducen una trama de relaciones y de valoraciones estéticas regidas por la preservación del dominio masculino»…
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Fuente: Revista Sudestada
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