Florencia Rolandi, la cardióloga que quiere hacer una medicina distinta

Florencia Rolandi se define, en primer lugar, como cardióloga; pero no una cardióloga tipo, sino una que hace muchas otras cosas a la vez: tuvo proyectos relacionadas con tecnología, trabajó para el gobierno, hizo muchos años de investigación clínica, de comunicación, escribe, estuvo en TEDxRiodelaPlata… Y según cuenta, para poder llegar a ese camino, las cosas no fueron planeadas sino que fueron sucediendo. «Soy muy curiosa no solo de lo que respecta a la cardiología y a la medicina, sino de muchísimos otros temas. Así que bueno, hasta acá llegué, así soy», sentencia.

En diálogo con Filo.News, Rolandi contó un poco de ese recorrido y, entre otras cosas, sobre como la medicina fue históricamente algo de hombres y lo que se puede hacer o cambiar para aumentar la presencia de las mujeres en el área.

Cómo fue estudiar medicina

«Yo casi no tengo recuerdos de cuando decidí ser médica, mis padres dicen que a eso de los cuatro o cinco años no contestaba ninguna otra cosa que no fuera que iba a ser médica. En el colegio cuando estábamos en cuarto año nos hicieron un test vocacional y ahí salió que tenía orientación hacia hacia ser asistente social; yo lo tomé como dato y me doy cuenta que tiene muchísimo mucho que ver también con como encaro la medicina», cuenta. Habiendo terminado el colegio y acostumbrada a trabajar desde los 15 años, tuvo que dejar para ir directamente la UBA y abocarse absolutamente a lo que había elegido, «una carrera dura pero divertida«, y siempre con muchísima vocación.

En principio inclinada hacia la ginecología y obstetricia, pero a la par viniendo de un año y medio siendo practicante en una terapia intensiva, Rolandi recuerda que los médicos le decían «si a vos te gusta esto, la cardiología, ¿por qué no?», pero a ella le parecía que los cardiólogos tenían que ser varones, «yo no había escuchado cardiólogas mujeres».

Un sesgo que, por supuesto, no fue casualidad. «Transité en un mundo bastante masculino, no solo porque hay muchos varones y pocas mujeres, sino porque el mindset es bastante más común de los varones: tomas de decisiones muy rápidas, mucha dedicación, no pensar durante muchos años en tener hijos, viajar, formarme mucho, tener mucha líbido puesta inicialmente en el laburo, en el estudio, en progresar; y muy poco con la casa, la familia… Yo tengo amigos que hacen otras cosas y veía que las mujeres estaban mucho más conectadas con un mundo más ‘femenino’ al cual yo me acerqué muchísimo más tarde, diría casi diez años más tarde que el resto de mis amigos».

«Era una época muy machista. Cuando empecé la residencia, además de no poder dormir en toda la noche y tener que estar a cargo de una unidad coronaria, con todo ese estrés, a la mañana cuando llegaban los varones me gritaban ‘Roja, hacé el desayuno’. Y yo tenía que armar el café y comprar las medialunas para todos los que venían que eran más grandes y eran varones.»

Pero en algún momento, añade, sos como «uno más de ellos». Y había que ser así, sostiene. «Yo fui muy masculina y no permití que mi lado femenino estuviera muy expuesto. Y mi lado femenino también en lo vulnerable, hubieron muchísimas situaciones en las que cerré el baño y lloré a puertas cerradas».

Pero por suerte, la especialidad que empezó como un «pruebo y sino cualquier cosa me voy» terminó por fascinarla. Ahora duda de que las situaciones a las que se tuvo que enfrentar sigan existiendo y las ve como que no estuvieron bien: «No digo ‘ay que bueno yo me manejé en un mundo de varones’, pero fue lo que había que hacer en ese momento y no permití que eso me detenga«.

Cambiar la medicina

Aunque la cardióloga sostiene que muchas cosas, afortunadamente, cambiaron; reconoce que todavía falta. Los puestos jerárquicos adentro de los hospitales privados, que no se rigen por el cupo femenino, algo que está empezando a ser cada vez más común para promover la participación efectiva de las mujeres en diversos ámbitos, se observa que hay muchas menos mujeres que varones. «Creo que no hay una igualdad de oportunidades, aún, como debiera ser».

Por otro lado, existe también la subrepresentación de las mujeres en los ensayos clínicos. En Argentina y en el mundo no están lo suficientemente estudiadas, sostiene, entonces no se tiene acceso a los mejores diagnósticos y a los mejores tratamientos. «La medicina fue una cosa de hombres, históricamente. Los médicos eran hombres, y las pruebas se hacían sobre hombres, y los nuevos dispositivos se probaban en hombres, y las nuevas drogas también se probaban en hombres. Las mujeres eran como algo parecido a los hombres pero con hormonas«.

Y acá ejemplifica con las arterias del corazón de las mujeres, que se creía eran como las de los varones pero más finitas. «Y la verdad es que con el tiempo nos dimos cuenta de que no, no es así; muchas cosas que suponíamos que eran iguales no lo son». Y agrega: «hasta que nosotros no entendamos como es el corazón de las mujeres, hasta que no exijamos que sean diagnosticadas y tratadas igual que los hombres, hay muchas mujeres que podrían no morirse pero que se van a seguir muriendo».

En este sentido, Rolandi cree que hay que hablarles a las mujeres para que adopten un rol de «consumidoras de salud», pero también hay que hablarle a los varones para que se involucren más. Algo recurrente en el consultorio, relata, es que los varones vayan acompañados de sus parejas mujeres o, llegado el caso, las llamen por teléfono para preguntarles la medicación que ellos estuvieron tomando. Mientras que al revés no pasa, cuando las mujeres van acompañados de sus maridos estos están menos involucrados en el cuidado de la salud de ellas.

«Es importante que los hombres colaboren», enfatiza. «Que la apoye, que se fije si tiene zapatillas, que cuide a los chicos mientras ella sale a caminar, que se ocupe de las cosas de la casa. Esas cosas todavía faltan».

En cuarto lugar, destaca también lo importante de que los varones puedan acceder a una licencia de paternidad más larga. «Creo que los países donde los varones tienen acceso a eso las mujeres estamos más aliviadas, y los varones tienen más oportunidad de estar más cerca de sus hijos y verlos crecer. Esta cosa de varones que aparecen recién cuando sus hijos tienen 10, 11, 12 años porque hasta entonces solo tuvieron que desarrollarse profesional o económicamente, me parece que no está bueno. Y mujeres que deban quedarse en su casa, resignar su desarrollo laboral por ocuparse de chicos de 0 a 10 años tampoco está bueno».

Por último, pone énfasis en otras dos cuestiones: una real inclusión de las mujeres, «que no sea solo una cuestión de que declarás que incluís a las mujeres y después no tenés lugar donde amamantar, o no tenés guardería para tus chicos, o no tenés un buen soporte»; y que entre nosotras nos ayudemos, nos hagamos piecito.

«Me parece que los programas de mentoría con mujeres están buenos, sobre todo para ese guiño de decir ‘bueno, no te preocupes si el disfraz lo mandás a comprar con alguien que labura con vos, vos llegá a tu casa con el disfraz que tiene que usar tu hijo y no te sientas mal si no lo compraste vos, lo importante es que vos te ocupaste’. Las mujeres somos muy duras con nosotras mismas, y realmente si querés hacer un desarrollo profesional con mucha dedicación como yo hice, hay algunas cosas en las que fallás».

A este respecto, sobre su experiencia general a lo largo de su carrera concluye que «algunas cosas fueron medio a los codazos», que no se arrepiente para nada y, sobre todo, cree en la ayuda entre las mujeres. «Parece tonto pero a mí me permitió avanzar, me dieron la posibilidad de no tener que elegir entre mi casa y mi laburo, de poder hacer un poco de todo».

Animarse y fallar hasta lograr

Bien sabemos que la práctica hace al maestro (o a la maestra) y por eso le pedimos a Florencia Rolandi, desde su experiencia, algunos consejos a quienes están recién empezando en su área.

«Diría que vayan con todo y no tengan miedo, porque fracasar vamos a fracasar así que fracasemos, muchas veces. Animarse, fallar y reintentar hasta lograr, no tener miedo a decir ‘no sé’, ir por más, pedir ayuda. Ponerse en un lugar de no pedir ayuda es tonto, yo aprendí a pedir ayuda tarde. Escuchar el consejo de los demás y pedir ayuda me parece que es genial.

«Lo otro es entender que uno tiene muchos actores dentro de la salud: el sistema, la norma, los pacientes, tus jefes, el hospital, lo que se puede, la prepaga, la regulación… A quiénes empiezan les diría que el principal actor del cual aprender es el paciente. En tanta cosa tecnológica que va a venir en el mundo, tanta tarea que va a ser reemplazada por la tecnología, esto de aprender, escuchar, acompañar, dar la mano, abrazar… Creo que empieza a ser un rol super importante que los médicos podemos disfrutar».

Finalmente, su último consejo es intentar siempre hacer lo mejor posible sin conformarse, ir a lo máximo que puedas. «Invertir tiempo y energía en eso vale la pena, creo que es la manera de hacer una medicina distinta».

Fuente: Filonews