Con lo que nos enseñan podemos hacer la casa que soñamos y según nuestras condiciones’; dice Costa Cely, una mujer que ladrillo por ladrillo aprendió a construir su propio hogar en Brasil. No es la única: ‘Pude ver que necesito ventilación en mi casa’, agrega Simone, y dice Dalila: ‘Estoy logrando cumplir mi sueño de una casa terminada’. Todas esas historias tienen un denominador común: “Arquitectura Da Periferia”.
Todo comenzó en 2013, cuando la arquitecta Carina Guedes estudiaba la maestría en la Universidad Federal de Minas Gerais. “Quería entender por qué la arquitectura era una profesión que apenas llegaba a la periferia de la ciudad, donde la gente está todo el tiempo construyendo sus casas, y así poder proponer una forma de actuar en estos lugares y con este tipo de demanda: las mejoras de la vivienda”, recuerda la profesional, en diálogo con Filo.News.
Entre 2015 y 2017 el proyecto continuó dentro de ASF-Brasil (Arquitetas Sem Fronteiras), una asociación sin ánimo de lucro ubicada en Belo Horizonte. En 2018 fundaron el Instituto de Asesoramiento a la Mujer e Innovación (IAMÍ) y formalizaron el proyecto. Tienen un lema y objetivo claro: ‘Reunimos y empoderamos a las mujeres por la independencia de reformar y construir su propia casa’.
Empezó con un grupo con tres mujeres de Ocupação Dandara en Belo Horizonte, experiencia que dejaron registrada en Youtube. “La idea inicial era promover mejoras en las viviendas de las familias que viven en situación de vulnerabilidad social. Pero este objetivo se ha ido ampliando con el tiempo. Desde el trabajo centrado en el protagonismo de las mujeres, hoy actuamos para que éstas sean agentes transformadores no sólo del espacio donde viven, sino también de sus vidas y de las comunidades donde viven. El trabajo basado en compartir información e intercambios nos permite estimular la autoestima y la confianza de las mujeres en la búsqueda de una verdadera autonomía en sus vidas”, explica.
Hoy el equipo está integrado 100% por mujeres: además de Guedes, directora general, forman parte la arquitecta y directora ejecutiva Marina Bornel, Juliana Freire, la agente local Cheyenne Miguel, la instructora Cristiane Verissimo, la maestra mayor de obras Cenir Silva, la directora de relaciones comunitarias Luciana Da Cruz y las ingenieras civiles Rafaela Dias y Tereza Barros. También colaboran estudiantes, trabajadoras sociales, psicólogas y comunicadoras.
¿Cómo funciona? “Formamos pequeños grupos de mujeres, con una media de cinco participantes por grupo, y trabajamos con ellas durante todo el año con reuniones periódicas en las que se realizan talleres, debates y rondas de conversación. El proceso de planificación de las reformas funciona como una gran experiencia de aprendizaje”, relata Guedes.
“Las mujeres aprenden a medir y diseñar la casa, diseñamos las mejoras juntas, las discutimos con el grupo y realizamos talleres sobre finanzas personales, cálculo de materiales y también trabajo práctico. Todo se decide y se acuerda entre el grupo, cuáles serán los temas de los talleres, el orden de los mismos, la duración de las reuniones, etc”, sigue.
Trabajan continuamente en tres comunidades de Belo Horizonte: Eliana Silva, Dandara y Paulo Freire, aunque se extienden también a otras ciudades y estados. Para eso recaudan fondos a través de avisos públicos de apoyo a proyectos sociales, asociaciones con empresas y la red de donantes mensuales. “El proyecto se desarrolló desde un principio para ser independiente, tanto de las instituciones como de los poderes políticos y económicos”, aseguran.
Según detallan, el grupo nace en reclamo al déficit habitacional que atraviesa el país de 6,3 millones de viviendas; 1,8 millones hogares urbanos, 191 mil sin baño, 9,6 millones con falta de infraestructura, 1 millón de sobrepoblación, 830 mil con cobertura inadecuada. Lo definen como un “problema crónico” que deviene en la falta de acceso a derechos básicos de vivienda para muchas personas.
“Brasil es uno de los países del mundo con mayor desigualdad social, que se reproduce a diario a través de mecanismos de exclusión que resultan en la falta de acceso a todo tipo de servicios para una gran parte de la población”, analiza y sigue: “Esto responde a factores que están relacionados con nuestra historia como país colonizado, que lleva hasta hoy profundas marcas de racismo y explotación de la población trabajadora. A ello se suman las dificultades para aplicar políticas públicas que lleguen realmente a las familias más vulnerables y la voluntad política de combatir este problema”.
“Muchas personas construyen sus viviendas sin acceso a asesoramiento o formación técnica, lo que se traduce en viviendas con escasos recursos. Además, son recurrentes los problemas estructurales en las casas, el exceso de humedad, la falta de iluminación y ventilación o incluso la ausencia de un baño. Los movimientos sociales fueron fundamentales para los avances ya logrados en la legislación brasileña y también en la producción de viviendas en el campo y en las ciudades”, añade.
Según cuentan, el proyecto apunta a luchar por la igualdad de género en el hogar. Es que históricamente la mujer fue designada por el sistema patriarcal al ámbito doméstico y a las tareas de cuidado, escenario que ponen en evidencia los feminismos en búsqueda del reconocimiento de derechos y distribución igualitaria de tareas. Desde la agrupación se unen en ese reclamo y destacan además que “ellas no participan a la hora de tomar decisiones y decidir cómo se construirá la casa”.
“Una casa es mucho más que un refugio, es también un derecho y un puente para acceder a otros derechos. Las mujeres que participan en el proyecto son, por lo general, trabajadoras por cuenta propia, madres de familia y muchas son cabezas de familia. Buscamos capacitarlas para que puedan planificar y ejecutar mejoras en sus hogares, pero también para que tengan mejores condiciones para planificar sus vidas”, señala.
Carina se considera feminista, y entiende al movimiento como “plural y diverso”: “Nuestro proyecto busca despertar en las mujeres la percepción de las injusticias que vivimos. También promovemos discusiones y debates sobre nuestros derechos, incluidos los derechos reproductivos, y tratamos de conectar y reforzar las redes de apoyo a las mujeres que sufren o han sufrido violencia”, dice.
El año pasado continuaron con el asesoramiento técnico a las mujeres que ya estaban trabajando a distancia y adaptaron las reuniones de planificación con nuevos grupos en el mismo formato. También lanzaron la campaña de solidaridad para suministrar productos de primera necesidad a las familias más afectadas por la pandemia, y entregaron kits con alimentos y productos de higiene y limpieza. También crearon un grupo virtual de apoyo psicológico para las mujeres del proyecto. A finales del año pasado retomaron algunas actividades presenciales, tomando las precauciones sanitarias de distancia e higiene.
Según explican, a través de la iniciativa buscan contribuir al crecimiento de desempleo en el país, crisis que se vio potenciada con la pandemia: “Creo que estamos teniendo una mayor demanda de mujeres que quieren trabajar profesionalmente en el sector de la construcción, por lo que también estamos desarrollando proyectos de formación en este ámbito”.
Esto evidencia para ellas otra realidad de la que hay que hablar: el machismo en la arquitectura y construcción: “La presencia de mujeres en las obras es aún escasa. Sin embargo, me doy cuenta de que estamos avanzando, hay varios colectivos de estudiantes que discuten estos temas que no existían en mi época. El trabajo colectivo es fundamental para el fortalecimiento de las mujeres. Se ayudan, apoyan y animan mutuamente”, revela.
Hasta la fecha tienen más de 15 mil seguidores en redes sociales, y prometen seguir creciendo, siempre con una mirada social y de género de la arquitectura. Después de todo, como resumen en su página web: se trata de “renovar hogares y transformar vidas”. Y como siempre, frente a la ausencia del Estado, la sororidad y la lucha colectiva.
Fuente: Filonews