De un lado, la dos veces presidenta y líder del peronismo que, hace un año, sufrió un intento de asesinato. Del otro, la vicepresidenta electa por La Libertad Avanza y reconocida defensora de represores de la dictadura militar, que es respaldada por grupos vinculados a ese intento de asesinato. La cumbre entre Cristina Fernández de Kirchner y Victoria Villarruel fue un gesto de ambas para aportarle un velo de institucionalidad a la enrevesada transición. No hubo foto del encuentro, pero duró una hora y, al finalizar, Villarruel se dirigió a los periodistas: «Va a ser una transición ordenada y respetuosa». Afuera del Senado, mientras tanto, aguardaban varios simpatizantes de la compañera de fórmula de Javier Milei. Entre ellos estaba uno de los líderes de Revolución Federal, Leonardo Sosa, que gritaba: «Te quiero mucho Vicky!»
Villarruel ingresó pasadas las 17 por la calle Combate de los Pozos, subió al primer piso del Senado y entró al despacho de la presidencia de la Cámara, el que ocupará a partir del 10 de diciembre. Fue acompañada por el diputado electo Guillermo Montenegro. Adentro la esperaban CFK y la secretaria administrativa del Senado, María Luz Alonso, quien había coordinado el encuentro el día anterior, a pedido de la vicepresidenta. Cristina Kirchner tenía planeado viajar ese mismo día a Nápoles para disertar sobre «La insatisfacción democrática» -el tema que la obsesiona y ya había tratado en la Universidad del Chaco Austral-, pero la derrota electoral del domingo terminó cambiando los planes.
El objetivo de la reunión fue allanar el camino hacia una transición institucional y que se viera que se estaba trabajando en ese sentido. Al igual que en 2019 -aunque en un clima menos hostil-, cuando Gabriela Michetti la citó a CFK para hacer el traspaso de mando.
Era la primera vez que Fernández de Kirchner y Villarruel se veían cara a cara. CFK esperaba hacerle el traspaso de mando a un «hijo de la generación diezmada» y se encontró, finalmente, con una hija de la misma generación, aunque ocupando un bando distinto. La vice electa es hija de Eduardo Marcelo Villarruel, un militar que -como recordó Luciana Bertoia en este diario- se jacta de haber «combatido a la subversión» tanto en el ámbito urbano como rural. Presidenta del Centro de Estudios Legales para el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv), integrante de la organización «Jóvenes por la Verdad» que coordinaba visitas al dictador Jorge Rafael Videla y participante activa de las marchas que organizaba Cecilia Pando para reclamar por la libertad de los genocidas detenidos, Villarruel fue, además, una crítica acérrima de las políticas en materia de derechos humanos del kirchnerismo.
El encuentro, sin embargo, se extendió durante casi una hora y, según calificó la propia Villarruel, fue «amable». «Fue una reunión cordial donde hablamos de la transición, que va a ser ordenada y respetuosa. Nos ha explicado el funcionamiento del Senado y los próximos pasos a seguir. Ha sido dentro de lo democrático, de lo cordial, del esfuerzo de ambas partes por tratar de llevar adelante una transición que sea en beneficio del pueblo argentino», aseguró la vicepresidenta electa frente a las decenas de cámaras que la esperaban a la salida. El operativo de seguridad había sido sumamente estricto: nadie se podía acercar a ella ni en la calle -un cordón de seguridad la rodeaba- ni dentro del mismo Palacio, en donde se cerraron todos los pasillos que daban a la oficina de la presidencia del Senado para evitar que la prensa pudiera acceder.
«No nos conocíamos, pudimos conversar, pudimos conocernos. No hubo fotos, pero la ciudadanía tiene que quedarse sumamente tranquila porque vamos a llevar adelante desde LLA y la gestión saliente una transición ordenada en el Poder Legislativo», aseguró Villarruel. Durante el encuentro, ambas dirigentas se encargaron también de coordinar la organización de la Asamblea Legislativa del 10 de diciembre, cuando jurará Milei como presidente, así como la designación de las nuevas autoridades.
Poco después, la propia CFK emitió un comunicado en el que precisó que se conversó sobre «los principales hechos de la gestión», en los que aprovechó para destacar que, durante su presidencia, había logrado un superávit en la Obra Social del Poder Legislativo. Buscando disputarle la bandera del «ajuste de la política», CFK señaló que la Cámara alta cuenta ahora «con una nómina de 400 empleados menos que la gestión anterior».
La realidad es que Villarruel asume la presidencia de un Senado adverso para Milei. LLA solo contará con siete senadores propios, a los que podría sumar otros tres del PRO pero todavía quedaría muy lejos de los 37 que se necesitan para el quórum. El peronismo, mientras tanto, gozará de una primera minoría poderosa, con unos 33 senadores propios -35 si se cuenta a «Camau» Espínola y Edgardo Kueider, quiene todavía integran Unidad Federal-, que podrían bloquear fácilmente la mayoría de las iniciativas del nuevo oficialismo. El ojo de LLA estará puesto en los radicales -que habían optado por diferenciarse del pacto Macri-Milei- y, fundamentalmente, en forzar rupturas en el peronismo a fuerza de recursos para las provincias.
«Vamos a hablar con todos los espacios y trabajar intensamente para sacar todas las leyes», aseguró Villarruel a la salida del encuentro, y advirtió: «Vamos a estar trabajando intensamente todo el verano». Afuera, varios simpatizantes de LLA la saludaban y gritaban: «Te amo Victoria». Una de ella era Fátima, vecina del barrio, que se había acercado junto a su hija. Pero otro era Leonardo Sosa, el integrante de Revolución Federal que, junto a Jonathan Morel, está procesado por incitación a la violencia. CFK viene denunciando hace tiempo que la organización estuvo directamente vinculada a su intento de asesinato hace más de un año, pero la jueza María Eugenia Capuchetti rechazó investigarlos en el marco de la causa por el intento de magnicidio. «¡Vamos Vicky! La militancia está con vos, te quiero mucho», le gritaba Sosa, a metros de la entrada del Senado, donde todavía estaba CFK.
Fuente: página12