El centro cultural El Tipográfico, donde se presenta Transición energética en Argentina, está lleno. En la vereda hay un cargador solar para celulares y ya adentro billeteras confeccionadas con residuos, lápices con semillas que se pueden plantar al terminar su vida útil y molinos de viento de plástico transparente del proyecto artístico Utopía, con el que Joaquín Fargas apuntó a crear conciencia sobre el cambio climático y el derretimiento de los hielos instalándolos en la Antártida para generar frío con el objetivo quimérico de mantener los polos congelados. Lo llamó «Don Quijote contra el cambio climático».
El documental del equipo de Escritura Crónica ahonda en las consecuencias de una matriz energética constituida en un 84% por combustibles fósiles, cuyo corazón es Vaca Muerta, la segunda reserva de gas y la cuarta de petróleo del mundo.
Con un lenguaje sencillo explican el proceso extractivo del fracking, su utilización casi inconmensurable de agua («Algunos pozos llegan a consumir el equivalente a 30 piletas olímpicas»), la consecuente sequía que sufren las comunidades de la zona –sobre todo mapuches–, la aparición de sismos a raíz de las perforaciones en la roca madre de la tierra y las filtraciones de químicos que contaminan las napas de agua potable.
No esquivan el tema del Gasoducto Néstor Kirchner, proyecto en marcha que apunta a saldar el déficit de 660 millones de dólares producto de la importación de gas de países limítrofes, ni la centralidad estratégica de la estatal YPF, aunque con la mirada atenta a una transición hacia las energías renovables que los gobiernos progresistas tampoco han estado dispuestos a encarar.
Todo ocurre mientras a 13.638 kilómetros se desarrolla en Dubái la Conferencia de Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, que contiene como temas principales la transición energética y el financiamiento, hoy escaso, de las grandes potencias. El presidente electo, Javier Milei, es un declarado negacionista climático.
Proyecto de desarrollo
La pregunta detrás de la transición energética es la disputa por el proyecto de desarrollo, vinculado a lo que la socióloga Maristella Svampa llamó «el aumento del metabolismo social del capital», que presiona sobre los territorios y redistribuye de manera diferenciada el riesgo a nivel global generando impactos locales. Aunque los gobiernos de distintos signos políticos promovieron la exploración y comercialización de los recursos naturales con enormes costos sociales y ambientales para la población, la pérdida absoluta de la soberanía energética que encarna el proyecto libertario en manos de capitales privados implica el abandono de la discusión sobre la idea de desarrollo nacional y sus consecuencias.
Mientras que los países del Norte Global (los que más gases emiten, dicho sea de paso) están en una carrera vertiginosa por hacerse con el litio necesario para las baterías de sus paneles solares y autos eléctricos, la Argentina, país integrante del Triángulo del Litio, frente a la expectativa de ingreso de divisas pretende pasar de las 40.000 toneladas que se exportan actualmente a más de 350 mil. No existen estudios del impacto acumulativo de la cantidad que se pretende explotar.
«La extracción de litio, además de acelerar artificialmente los procesos de evaporación del agua, saliniza las napas de agua dulce y provoca sequías», cuenta en el documental Melisa Argento, investigadora del Conicet, especialista en litio.
La transición energética del «verde» Norte Global se ancla en la proliferación de zonas de sacrificio ambiental en el Sur Global. Las zonas de sacrificio son también territorio de conflicto y resistencia. Agustina Grasso remarca que las comunidades que visitaron son muchas veces reticentes a hablar con el periodismo «que se acerca, graba una historia, y nunca más regresa ni se involucra».
El extractivismo tiene muchas formas. La dinámica social de las comunidades que visitaron, su proceso de toma de decisiones y la construcción de acuerdos conllevan los tiempos de la participación democrática, mucho más lentos que los tiempos con los que avanzan la explotación minera o los acuerdos políticos. Se construyen colectivamente y se sostienen en el tiempo, bastante más allá de la acción de poner un voto en una urna cada dos o cuatro años. «El ejercicio democrático no es un tweet, ni un video viral», subraya Agustina. «Los likes no son votos», tuvo que explicarle un periodista a Javier Milei, así como un 55% en un balotaje no es un cheque en blanco.
En el documental, Jorge Lapeña, exsecretario de energía, dice que cuando se encontró petróleo el país tomó decisiones estratégicas, como crear YPF. Su privatización, durante el gobierno de Menem, eliminó el concepto de la necesidad de planificación estratégica. «No va a haber transición energética sin que una empresa estatal como YPF se la ponga al hombro» completa Enrique Viale, abogado ambiental.
El sociólogo Horacio Gonzalez escribió tiempo atrás: «es necesario hacerse la pregunta por los pasados que tiene el tiempo presente y los futuros que advendrán». «
Un documental que viaja de Vaca Muerta a Jujuy
“¿Alguna vez te preguntaste de dónde viene la energía para encender una lamparita? a veces pareciera que es mejor no pensar. Que reine la inconciencia social así las decisiones las toman unos pocos”, dice la voz en off de Agustina Grasso, periodista ambiental, al inicio del documental Transición energética en Argentina, realizado por el medio ecofeminista Escritura Crónica (EC) con el apoyo de la fundación Friedrich-Ebert-Stiftung (FES). ¿Cómo mutar de una matriz energética basada en combustibles fósiles hacia las energías renovables? Para responder el equipo periodístico de EC viajó a Vaca Muerta y habló con las comunidades locales sobre el fracking, y a Jujuy para conocer la explotación del litio. El documental se estrenó el 28 de noviembre y se puede ver de manera gratuita en Youtube.
Fuente: Tiempoar