A más de un año y medio de comenzada la pandemia, los conocimientos sobre los efectos del la enfermedad de Covid-19 en el cuerpo y el cerebro siguen en constante aumento; y uno de los focos de preocupación está en los impactos a largo plazo que el coronavirus podría tener en procesos biológicos como el envejecimiento.
En este sentido, la neurocientífica cognitiva Jessica Bernard explica en The Conversation como previo a investigar la manera en que los cambios cerebrales normales relacionados con el envejecimiento afectan la capacidad de las personas para pensar y moverse, se interesó en explorar también el papel de del coronavirus en este proceso.
Un estudio preliminar pero a gran escala publicado el mes pasado exploró los cambios cerebrales en personas que habían tenido Covid-19. Contando con imágenes cerebrales de más de 45.000 personas en el Reino Unido desde 2014, el equipo de investigación analizó esos datos y reunió a los que habían sido diagnosticados con coronavirus para exámenes adicionales. Comparando quiénes se habían infectado con los que no, además de diferenciar según edad, sexo, factores de riesgo y algunas otras variables más, como de salud y nivel socioeconómico; encontró marcadas diferencias en la materia gris.
Específicamente, el grosor del tejido de materia gris, que está formada por los cuerpos celulares de las neuronas que procesan la información en el cerebro, se redujo en el grupo que había experimentado coronavirus, a diferencia de los patrones típicos observados en el grupo de los que no.
Bernard sostiene que es normal ver en la población general algún cambio en el volumen o grosor de la materia gris a medida que las personas envejecen, sin embargo, los cambios observados en quienes enfermaron fueron mayores de lo normal.
De hecho, cuando los investigadores separaron a las personas que enfermaron gravemente —lo suficiente como para requerir hospitalización—, los resultados fueron los mismos que para aquellos que enfermaron de manera más leve.
Por otro lado, también investigaron cambios en el desempeño en tareas cognitivas y encontraron que quiénes habían contraído el SARS-CoV-2 eran más lentos en el procesamiento de información, en comparación con los que no lo habían contraído.
¿Qué significan estos cambios en el volumen cerebral? La neurocientífica pone énfasis en la pérdida del gusto y del olfato que muchos experimentaron desde el inicio de la pandemia: sorprendentemente, las regiones del cerebro que los investigadores del Reino Unido encontraron afectadas por el coronavirus están vinculadas al bulbo olfatorio, una estructura que contiene varios de los tipos de células nerviosas que participan en el sentido del olfato.
El bulbo olfatorio, a su vez, está vinculado con regiones del lóbulo temporal, donde se encuentra el hipocampo. «Es probable que el hipocampo desempeñe un papel clave en el envejecimiento, dada su participación en la memoria y los procesos cognitivos«, explica Bernard.
Cuando se habla de, por ejemplo, la enfermedad de Alzheimer, con frecuencia se hace referencia al lóbulo temporal. Y acá el sentido del olfato también es importante para la investigación del Alzheimer, algunos datos sugieren que quienes están en riesgo de contraer la enfermedad tienen un sentido del olfato reducido.
Aunque es muy pronto para sacar conclusiones, la científica cree que es importante investigar las posibles conexiones entre la memoria y los cambios cerebrales asociados al Covid-19, particularmente dadas las regiones implicadas y su importancia en la enfermedad de Alzheimer.
«Aprender cómo encajan todas estas piezas del rompecabezas nos ayudará a desentrañar los misterios del envejecimiento para que podamos ayudar a mejorar la calidad de vida y el funcionamiento de las personas que envejecen. Y ahora, en el contexto de COVID-19, nos ayudará a comprender el grado en que el cerebro también puede recuperarse después de una enfermedad«, concluye.
Fuente: Filonews