Evelina Cabrera, la argentina que usa al fútbol como una herramienta de inclusión

Eran frías aquellas noches de invierno en Tigre en las que Evelina Cabrera, en su afán por ejercer como entrenadora, le daba clases gratuitas a un puñado de chicas. Tampoco eran fáciles de sobrellevar los mediodías bajo el rayo del sol en Constitución, entre postas de abdominales y sentadillas. Sin embargo, no había clima ni adversidades que le impidieran dejar de soñar cada vez que se subía al 60 y viajaba de terminal a terminal. Ella no sabía todo lo que la vida le tenía preparada, pero estaba convencida de una cosa: que por mirar la televisión nadie la iba a llamar para darle una oportunidad y que ella era la única arquitecta que podía construir su futuro.

 

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La entrenadora y coach deportivo vivió varios años de su infancia en la calle y siempre se las arregló trabajando, ya sea cuidando autos o como tesorera en un resto-bar, el oficio que la conectó, de casualidad, con el fútbol. Allí tenía una compañera que jugaba con sus amigas y ella hizo todo lo posible para que la invitaran. Aunque cuando lo logró, la experiencia no duró mucho. Es que las chicas -que sólo jugaban por diversión- la echaron cuando les propuso que se entrenaran.

Empeñada en demostrarles que con esfuerzo lograrían mayores resultados, Evelina se plantó en la puerta del profesorado donde estudiaba Educación Física, juntó a varias chicas para entrenar y el equipo se anotó en un torneo donde jugaban las que la habían expulsado. ¿Cómo les fue? Salieron campeonas. Pero más allá del resultado, la gran conquista de Cabrera fue haber encontrado su verdadera pasión. Luego de que un médico le dijera que no podía jugar más por un problema de salud, se enfocó en su carrera como entrenadora. Y en su inquietante búsqueda por ir por más, fundó la Asociación Femenina de Fútbol Argentino (AFFA).

Hoy, con el deporte como herramienta, la dirigenta -como ella se hace llamar- lucha por la igualdad y trabaja para brindarle a las mujeres recursos para que puedan llevar adelante una vida mejor. «Cuando viene una nena y me dice que quiere ser jugadora de fútbol o vienen mujeres y me dicen ‘te vi y empecé a ser entrenadora, a llevar al fútbol a la cárcel o empecé a entrenar chicas o a estudiar’, ese es mi mayor logro. Motivar a otros a que hagan. Es lo más lindo que me sucede y es muy gratificante porque de alguna manera, lo que vos hacés impacta en la vida de otro y en la sociedad», asegura en una charla con Filo.News.

Evelina es una todoterreno y no puede dejar de hacer, hacer y hacer. Y aunque quizás no logre lo que se propone, nunca va a desistir de intentarlo. «Muchos tenemos ideas que pueden innovar o impactar en la sociedad o en la vida de cualquiera, pero si vos no tenés la convicción necesaria para ser perseverante en el tiempo, esa idea se cae. Cuando alguien tiene una idea, por ahí el sistema te dice qué bueno o qué porquería», sostiene. Y ejemplifica: «Cuando yo quería ser entrenadora, me decían: ‘¿Para qué perdés el tiempo?’. A lo que yo les respondía: ‘A mí no me pagan para ver la televisión. Entonces, si no me pagan para ver la televisión ni para entrenar, prefiero entrenar y hacer algo que sea una inversión para mi futuro».

«No hay diferencia entre los hombres y las mujeres. Hay que juzgar a las personas por sus capacidades e idoneidad. Lo que pasa es que quizás no hay oportunidades para que las mujeres puedan mostrar lo que saben o no»

La pandemia de coronavirus (COVID-19), según la coach, frenó el envión de los logros y la adquisición de derechos que las mujeres venían consiguiendo en los últimos tiempos. «Estamos en una etapa del mundo donde hemos conquistado muchas cosas, pero me duele ver la diferencia de crecimiento de un país con otro. Es mucha la brecha. Entonces me parece que hay que ir trabajando en los lugares donde está más desarrollado el tema de la igualdad y poder potenciar los que no. Siento que es un buen momento para las futuras generaciones, para las nenas y los nenes», expone con entusiasmo.

En ese sentido, la dirigenta sostiene que el principal cambio que debe producirse en pos de una sociedad más igualitaria es que se les abran más puertas a las mujeres. «Creo que tiene que cambiar el espacio y las oportunidades para las mujeres», afirma. Y seguidamente explica que «hoy hay un montón de chicas que juegan al fútbol y que los padres aceptan que jueguen, pero en la toma de decisiones siempre están los mismos. Me parece que ahí está el cambio. No puede ser que haya menos entrenadoras y dirigentas. En el fútbol femenino, todos los que toman decisiones quizás nunca tuvieron experiencias ni saben lo que es el amateurismo a pesar de la profesionalidad que hoy se ejerce para poder desarrollar la actividad. Entonces no se prospera porque hay un montón de factores que no están y no se tienen en cuenta».

Para Cabrera, que formó el primer equipo de fútbol ciego femenino de Buenos Aires y le dio clases a chicas del penal N°47 de San Martín, el fútbol es una excusa para empoderar a muchas mujeres y poder ser par de otro, sin importar a qué estatus de la sociedad pertenezcas. «Cuando uno juega al fútbol no le va a preguntar al otro de qué barrios sos o cuál es tu condición sexual, sino que mira al de al lado, y si tiene la misma camiseta, le hace un pase. El fútbol iguala, te da la posibilidad de que puedas ser tolerante a perder, a ganar, a tener una rutina, convicción, tener un grupo de pertenencia. Es la excusa para que todos seamos un par y para que cada una pueda hacer un equipo que trabaje en la sociedad», asegura.

«Creo que el fútbol femenino va a crecer cuando la gente lo vea como un negocio»

«No soy un ejemplo de nada y trato de que no me tomen como tal. Primero porque es una gran responsabilidad y segundo porque soy un barrilete cósmico», dice risueña la entrenadora, que se enorgullece al referirse de todos los reconocimientos que consiguió gracias a su trabajo de inclusión en los sectores más vulnerables. Dentro de la larga lista, se destacan haber dado una conferencia en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, cerrar la cumbre del W20 que se realizó en Argentina y ser elegida el año pasado por la BBC como una de las 100 mujeres más influyentes del mundo.

A lo largo de su vida, Cabrera encontró la forma de transformar cada «no» que le pusieron en un «sí». Esa es la lección que hoy, a sus 34 años, le daría a aquella nena y adolescente que se curtió en la calle. «A la Eve chiquita le diría que nunca va a ser bailarina», afirma, y lanza una carcajada antes de continuar: » Y a la adolescente le diría que los «no» van a ser parte de un proceso en su vida. Y que no tenga vergüenza de ella, que siga con sus convicciones que la van a hacer lograr cosas que quizás nunca va tomar dimensión de lo importante que son para ella u otras mujeres».

Evelina le habló a la Evelina del pasado. Y sin proponérselo, le dejó un mensaje a todas las Evelinas que, quizás, también estén soñando con ser bailarinas. O, simplemente, estén soñando.

Fuente: Filonews