La saturación del sistema sanitario es un fantasma que trajo la pandemia y parece no querer irse. Su mayor argumento es la ocupación de camas. Pero ¿qué pasa con lxs médicxs, enfermerxs y todas las personas que mantienen ese sistema? ¿Colapsaron ya?
“Si en agosto del año pasado vos me decías que en 2021 iba a vivir un momento peor que ese, no te creía”, dice Matías Kordyl, médico intensivista que trabaja en los hospitales Evita Pueblo, de Berazategui, y Dr. Eduardo Oller, de San Francisco Solano, Quilmes.
Con un registro diario de contagios que no bajan de los 19 mil casos, la preocupación es la misma del año pasado cuando en abril de 2020 rondábamos apenas los 140 contagios diarios: que no colapse el sistema sanitario.
Cuando se habla de colapso, por lo general se hace referencia a la ocupación de camas de Terapia Intensiva y a la cantidad de respiradores artificiales disponibles. Los últimos números que difundió el Ministerio de Salud de la Nación este lunes dicen que en todo el país hay un 60.3 por ciento de camas ocupadas. La región más afectada es el AMBA, con un 67.9 por ciento de ocupación en UTI (Unidad Terapia Intensiva).
¿Entran en esos números el colapso de lxs trabajadorxs de la salud? ¿Hay suficientes terapistas? ¿A cuantxs pacientes atienden por día? ¿En qué condiciones trabajan? ¿A cuántxs compañerxs vieron morir? ¿Reciben algún tipo de contención?
“La sensación propia y de los compañeros es de cansancio”, dice María Eugenia Gagliano, psicóloga de guardia de los lunes en el hospital Durand, de CABA. En los últimos días, fue testigo de cómo se incrementó la cantidad de derivaciones de las Unidades Febriles de Urgencia (UFU).
En las áreas de Salud Mental de los hospitales públicos es común que no sólo se ocupen de lxs pacientes y sus familiares, sino también de sus compañerxs de trabajo. Es que los momentos de tensión o desbordes son situaciones que resultan cotidianas desde que comenzó la pandemia.
Volvamos a las camas: la Ciudad de Buenos Aires registró ayer un pico de contagios: 3.185 casos y 37 fallecidxs. Según el Ministerio de Salud porteño la ocupación de camas de Terapia Intensiva era hoy del 49.5.
Las cifras oficiales no se condicen con los informes que publica todas las semanas la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI) sobre el porcentaje de ocupación tanto en CABA como en el Gran Buenos Aires.
Aunque la SATI trabaja sobre una muestra representativa y no sobre la totalidad de las camas de UTIs del AMBA, los datos del último muestreo asustan. Se relevaron 53 instituciones, 22 de ellas públicas y 31 privadas. De las 1046 camas de UTI que suman estos centros de salud, un 93 por ciento de ellas están ocupadas. Un 57 por ciento con pacientes de covid.
A regañadientes, el Gobierno porteño acató las nuevas restricciones anunciadas por el Gobierno nacional. Y aunque hospitales como el Muñiz y el Ramos Mejía ya anunciaron que tienen un 100 por ciento de ocupación, esperará hasta el fin de semana para analizar si toma nuevas medidas. Entre ellas, podrían considerar la derivación de pacientes entre el sistema público y privado.
En la Provincia de Buenos Aires, el ministro de Salud Daniel Gollán informó hoy que la ocupación es del 69.8 por ciento. Y confirmó un dato: “La gran mayoría de lxs que se internan pertenecen a la franja etaria de entre 40 y 60 años”.
Ni bien entra al hospital Posadas, donde trabaja como secretaria, Laura Bogado se enfrenta con la realidad de cada día: una fila de 400 metros en la guardia respiratoria. Son personas con síntomas de covid que todos los días esperan para hisoparse.
“El caudal de pacientes crónicos que aparecieron después del pico de la primera ola fue muy preocupante”, cuenta Bogado. “Empezaron a colapsar la asistencia de otras patologías en los hospitales de la zona y las derivaban al Posadas, que es el hospital de mayor complejidad”, explica.
“El laburo de los médicos es muy agotador, porque ellos además de estar en la guardia respiratoria o en la guardia general, tienen que atender en sus especialidades”, dice.
Aunque no tiene números oficiales, Bogado arriesga que en el Posadas la ocupación de las terapias es de un 80 por ciento y también están pidiendo derivaciones.
“Este segundo brote nos encuentra con un sistema funcionando. En marzo del año pasado se sabía que había que esperar el brote, entonces no había cirugías programadas, solo urgencias”, agrega Kordyl. En el Evita Pueblo tienen el 100 por ciento de la Terapia cubierta y una lista de espera que desde hace cuatro semanas es permanente. “Cuando se desocupa una cama ya tenemos a otra persona para ingresar”.
“No sólo tenés el cansancio físico de ir de un lado a otro, sino el más importante y del que nunca te recuperás: el estrés anímico y emocional”, dice Kordyl. “Cuando tenemos que entubar a algún paciente, muchxs nos preguntan si van a volver a ver a su familia. Y vos tenés que agarrarles la mano y decirles que sí, para que se duerman tranquilxs. Pero la realidad es que no lo sabés”, cuenta.
En el hospital de Solano la situación no es distinta. “Estamos al borde de no tener una cama con un tubo de oxígeno al lado y con un ritmo de internación de entre tres y cuatro pacientes por día”, dice. El domingo a las once de la noche una ambulancia daba vueltas con un paciente adentro porque no había camas disponibles.
“Estamos agotados y con el doble de trabajo. Hay mucho personal licenciado”, dice Bogado, y destaca que además de un refuerzo de las restricciones es fundamental que la vacunación llegue a toda la población. “Los trabajadores que salen a trabajar todos los días son los que están llenando las filas para hisoparse”, agrega.
Es que la pandemia también profundizó y visibilizó la situación precaria en el sistema de salud público: déficit de personal, sueldos bajos, guardias maratónicas.
“Falta personal. Hay compañeros que están licenciados, otros que tienen mucho miedo de volver y otros que tienen familiares de riesgo”, dice Kordyl.
Mientras desde los ministerios de Salud de los gobiernos se reúnen una y otra vez, en los hospitales el ritmo no para. Y aumenta.
“Las restricciones están bien, pero también hay que hacerlas cumplir”, dice Kordyl. Bogado coincide: “No se puede apelar sólo a la responsabilidad individual. Acá recibimos personas que no fueron a una clandestina, que se contagiaron yendo a laburar, seguramente en el transporte público”.
Fuente: Cosecharoja