Se vivió en parte como un triste déjà vu, un impensado revival de tiempos en que los y las científicas salían a reclamar, aquí mismo, contra el recorte presupuestario del macrismo. También, como un impulso para aquello que, se coincidió, es la tarea de la hora: hay que estar en la calle, hay que salir a explicar, hay que desarmar el nuevo sentido común que se está buscando imponer, se dijo y se repitió de distintas maneras. Las y los científicos, becarios, trabajadores del Ministerio de Ciencia y del Conicet, de distintas universidades nacionales, de entidades como el INTA y el INTI (institutos nacionales de tecnología agropecuaria e industrial, respectivamente), de la Comisión Nacional de Energía Atómica y la Aeroespacial, del Servicio Meteorológico Argentino y el Instituto Antártico, llenaron la explanada del Ministerio, protagonizando un abrazo que tuvo un sentido urgente: la defensa de la ciencia y el desarrollo tecnológico soberano, en un momento en que el candidato presidencial más votado en las PASO hace campaña prometiendo que cerrará el Conicet y el Ministerio de Ciencia.
«Esto no es corporativo, no estamos aquí para defender a los científicos, sino para defender a la Argentina», marcó el ministro Daniel Filmus, sosteniendo una bandera grande y concreta: «No al cierre del Conicet». «Estamos orgullosos de los y las investigadoras argentinas, y nos comprometemos a seguir trabajando por más ciencia al servicio del país». A su lado, la directora del Conicet, Ana Franchi, ligó el pasado reciente: «Cada vez que nos atacaron, sacamos anticuerpos y acá estamos. Ocupamos este playón y la Avenida de Mayo muchas veces antes, y vamos a seguir saliendo a defender la ciencia argentina cada vez que sea necesario», planteó.
En la calle y en TikTok
El biólogo molecular Alberto Kornblihtt era otro de los que sostenía la bandera. «No pensábamos que íbamos a estar acá nuevamente, pero estamos. Y esperamos que se repliquen estas manifestaciones en todo el país. Lo que hoy se propone es el terror y hay que salir a combatirlo, en la calle, por TikTok, de todos los modos posibles«, pidió el reconocido investigador. «Este ataque a la ciencia es peligroso, pero es el epifenómeno de algo mucho mayor. Hay un candidato que viene a destruir nuestro sustrato de solidaridad social, y a proponer que cada cual se arregle como pueda. Estas técnicas de apelar a lo individual ya fueron utilizadas en la historia, y el resultado fue el fascismo», advirtió el profesor Emérito de la UBA en diálogo con Página/12.
La diputada Mara Brawer –vicepresidenta de la Comisión de Ciencia de la Cámara Baja–, el exministro y expresidente del Conicet, Roberto Salvarezza, se sumaron a la bandera. También la primera secretaria general mujer de la Organización Meteorológica Mundial, Celeste Saulo, directora del Servicio Meteorológico Nacional. Recordó que «tanto Milei como Bullrich son negacionistas del cambio climático, es un tema vital que necesita ser asumido como desde la política». Y el científico cordobés Gabriel Rabinovich, que compartió una alegría: «Después de 30 años de hacer ciencia logramos una nueva transferencia del Conicet para el tratamiento de pacientes con cáncer y enfermedades autoinmunes. A los que quieren cerrar el Conicet, a los que dicen que no produce nada de calidad, les pido que vengan a enterarse de lo que hacemos».
Sentido no en común
Mientras el acto terminaba con una foto colectiva, el himno con lágrimas en varios y varias, bocinazos de apoyo desde los autos que pasaban por Godoy Cruz, a un costado el Centro Cultural de la Ciencia permanecía abierto con su propuesta orientada a despertar vocaciones científicas, otro espacio en peligro inminente. Un tema atravesaba la concurrencia: ¿Cómo es posible que haya prendido de esta manera el discurso de que somos todos ñoquis, que hayamos quedado en la vereda opuesta a la de la gente común? ¿No supimos mostrar lo que hacemos, no se quiere ver, ya no importa?, eran cuestionamientos que se repetían.
«La ciencia no es cara; cara es la ignorancia». «Ciencia es futuro». «Ciencia es cuidar los recursos naturales». «Ciencia es soberanía». «No se cierra, el Coni no se cierra». Los carteles y cánticos de la jornada sintetizaban la defensa de un sector comprendido como estratégico. Las conversaciones volvían sobre el llamado a salir a contar lo que está en juego, a intentar desarmar los slogans que surten efecto montados sobre el enojo y el desencanto. A dar a conocer, en definitiva, de qué se habla cuando se habla de «ciencia argentina», acaso una entelequia que cobra cuerpo cuando se describen trabajos, avances, logros.
Recargado
«Esto es un déjà vu, sí, pero recargado. Macri llegó mintiendo y diciendo que todo lo que había hecho el kirchnerismo estaba pésimo, menos ciencia y tecnología. Desde el primer día de gobierno se dedicó a devastarlas, pero en la campaña no prometió cerrar nada», comparó Diego Hurtado, Secretario de Políticas de Ciencia, Tecnología e Innovación en MINCyT, evocando la primera reunión de la comunidad científica aquí mismo, a fines de 2016.
dio un diagnóstico compartido por muchos y muchas: «La de 2015 era otra Argentina, donde la ciencia y la tecnología mostraban una potencia inédita, con grandes logros que acompañaban un proyecto de país, con expansión y redistribución. Hoy no estamos en esa situación. Este gobierno, del cual me considero parte, decepcionó las expectativas del campo nacional y popular, y es necesaria una autocrítica. Pero también es cierto que en ciencia y tecnología se hizo muchísimo en estos años, y eso tiene que ser valorado por las y los argentinos».