Hace menos de dos semanas, la Organización Panamericana de la Salud alertó sobre el aumento de hospitalizaciones y muertes de personas jóvenes en las Américas. «Adultos de todas las edades —incluidos los jóvenes— se están enfermando gravemente y muchos de ellos están muriendo», subrayó la doctora Carissa F. Etienne, Directora de la OPS.
Entre diciembre de 2020 y marzo de 2021, las tasas de mortalidad entre menores de 39 años en Brasil se duplicaron, se cuadruplicaron para las personas de entre 40 y 50 años, y se triplicaron para aquellos de entre 50 y 60 años. En Chile, las tasas de hospitalización de población menor de 39 años aumentaron en más del 70% durante los últimos meses.
En algunas zonas de Estados Unidos, hay más personas de entre 20 y 30 años hospitalizadas por COVID-19 que personas de 70 años. Y las infecciones están aumentando rápidamente también en las Guayanas, Argentina y Colombia, «donde los recuentos semanales de casos son cinco veces mayores a los del año pasado por estas fechas». Puerto Rico y Cuba, por su parte, están impulsando las infecciones en el Caribe, aunque los casos también están aumentando en muchas islas más pequeñas.
Pero, ¿no se supone que los jóvenes tienen menos probabilidades de enfermar gravemente por Covid-19? ¿No estamos vacunando a más personas, lo que significa que los casos deberían disminuir? ¿Tiene esto algo que ver con las variantes ?
La respuesta a las tres preguntas es sí. Los expertos explican que las actitudes y los hábitos de los adultos jóvenes, el avance de la vacunación y las variantes más transmisibles están en juego, y la combinación lo convierte en una tormenta perfecta para los adultos jóvenes. Pero hay detalles esperanzadores.
La Dra. Rochelle Walensky, directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, dijo recientemente que los casos de Covid-19 y las visitas a la sala de emergencias aumentaron, y que «estamos viendo estos aumentos en los adultos más jóvenes«.
Los expertos lo asocian, en primer lugar, a la ansiedad que todos sentimos después de un año de estar atrapados en nuestras casas y la necesidad real de conexión, así como a la apertura y disponibilidad de bares, restaurantes y otros lugares populares entre este grupo poblacional.
William Schaffner, profesor en enfermedades infecciosas de la Universidad Vanderbilt (Estados Unidos), dice que en este momento, los expertos en salud pública piensan que «son los adultos más jóvenes y los adolescentes los que son más informales al dejar sus barbijos a un lado, reunirse, disfrutar del otro de una manera exuberante».
«No hay duda de que los adultos más jóvenes y, en particular, los estudiantes de secundaria, si lo han pensado, ya sea consciente o inconscientemente, han hecho un cálculo de riesgo-beneficio», sostiene Schaffner. Han decidido que «los beneficios de estar juntos, salir y socializar superan los riesgos de enfermarse con este virus».
Sin embargo, es importante recordar dos cosas:
- Si bien el riesgo aumenta con la edad, muchos jóvenes tienen enfermedades concomitantes, como la diabetes, que los ponen en mayor riesgo de padecer una enfermedad grave.
- Un menor riesgo de enfermedad grave no significa cero riesgo.
Segundo, entran también a la ecuación las variantes más transmisibles que circulan ahora por todo el mundo. En el caso del SARS-CoV-2, el virus que causa Covid-19, desde el vamos se trata de un virus altamente transmisible y, en el último tiempo, mutó en una serie de «variantes preocupantes».
Hasta ahora, la investigación sugiere que al menos algunas de estas variantes se propagan más fácilmente, incluida la B.1.1.7 que se informó por primera vez en el Reino Unido. De hecho, se estima que la B.1.1.7 es entre un 40% y un 90% más transmisible que la versión original del virus y, aún más, un estudio publicado en marzo en la revista médica The BMJ sugiere que las personas mayores de 30 años que contrajeron B.1.1.7 tenían un 64% más de riesgo de muerte que las personas infectadas con otras variantes de SARS-CoV-2.
Para los adultos jóvenes, las variantes más transmisibles significan que cada comportamiento algo riesgoso en el que se involucran de repente se vuelve muy riesgoso, dice Shaffner. Y las cosas que eran de bajo riesgo de repente tienen un riesgo moderado.
En tercer —y último— lugar está la cuestión de las vacunas. Por un lado, el ritmo de vacunación de los adultos mayores va creciendo rápidamente. En nuestro país, por ejemplo, de las 10.193.368 primeras dosis aplicadas a la fecha, 5.994.930 fueron a los mayores de 60 años.
#vacunación
Informa el @msalnacion ?
??Se está distribuyendo una nueva partida de 494.400 dosis del componente 1 de Sputnik V. Esto permitirá vacunar con al menos una dosis a todos los mayores de 60 años que se hayan inscripto
? pic.twitter.com/gnizKhseT1— Nora Bär (@norabar) May 18, 2021
Esa es una gran noticia, ya que las personas mayores tienen más riesgo de enfermer gravemente o de muerte en case de contagiarse; sobre todo teniendo en cuenta la evidencia disponible de que, si bien las vacunas están dirigidas al virus «original», aún previenen casos de enfermedad grave y muerte por las variantes. Pero eso podría hacernos sentir demasiado confiados al resto de nosotros, estiman los expertos.
Amesh Adalja, investigador principal del Centro de Seguridad Sanitaria de la Universidad Johns Hopkins, enfatiza: «Hay que recordar que todavía estamos en una pandemia y que es importante seguir pensando en los riesgos, tratando de reducir los daños que causa el virus simplemente siguiendo algunas medidas de sentido común».
Y sugiere:
- Al interactuar con personas, hacerlo al aire libre y usando barbijo.
- Si interactuamos con personas en interiores, abrir ventanas y usar barbijo.
- Lavarse mucho las manos.
- Tratar de mantenerse alejado de personas que puedan estar enfermas o que estén esperando el resultado de una prueba.
- Cuando esté disponible, aplicarse la vacuna tan pronto como pueda.
Fuente: Filonews