Sky Rojo, prostitución y confusión

La serie de Netflix de la que todxs hablan es un cúmulo de lugares comunes sobre la trata y el trabajo sexual por igual. A un producto dirigido por ¡seis varones! no podemos pedirle mucho más que culos perfectos en primer plano y escenas símil porno que sólo generan confusión. ¿Es una serie abolicionista o no le da ni para eso? ¿En qué contexto se estrena? ¿Qué dice del trabajo sexual?

A pocos días de su estreno en Netflix, el 19 de marzo pasado, la serie Sky Rojo generó un revuelo que no es nuevo: Netflix siempre logra que estemos hablando de sus series y películas.

En Argentina, particularmente, la serie hispanoparlante creada por Alex Pina y Esther Lobato, la exitosa dupla de La casa de papel, volvió a poner en agenda un debate histórico que divide aguas en los feminismos: redes de trata, prostitución y trabajo sexual.

Es que Sky Rojo se presenta como una serie que relata las aventuras de tres prostitutas que escapan de sus proxenetas. Mientras algunos sectores del abolicionismo se regodearon con que “al fin una serie que muestra la realidad de las redes de trata”, otras opiniones critican la confusión que generan lxs propixs autores de la serie, que parece poner trata, prostitución y trabajo sexual en un mismo burdel: ese puterío mega espectacular que funciona extrañamente en el medio de un desierto.

Más allá de la diferencia entre las personas cooptadas contra su voluntad por redes de trata, las que recurren a la prostitución porque no tienen otra opción o las que trabajan en el mercado sexual por decisión propia, la serie narra el mundo del mercado sexual casi como la fantasía de un varón cis: mujeres de cuerpos esbeltos y curvas perfectas, culos redondos y parados, proxenetas musculosos y chongazos.

Desde el arranque, la serie planta el dato de que España es el primer país de Europa en consumo de prostitución: “No ganamos en siderurgia, no ganamos en minería. Ganamos en putas”. Es decir: dice desde el vamos que el país tiene un problema. Pero la forma de mostrarlo es… con estereotipos.  Si la prostitución es descripta como una de las principales  economías de un país, ¿podemos pensar que todxs lxs actores que involucra se dividen en buenos y malos, explotadas y explotadores, víctimas y victimarios y que la solución es tan fácil como el slogan “sin clientes no hay trata”?

Ojo, tampoco es que en Sky Rojo la mirada masculina y machista sorprenda: los directores son todos varones. O sea: podemos y debemos exigir perspectiva de género TAMBIÉN en el mundo cultural y en sus manifestaciones artísticas. Pero es bastante inusual que esa mirada puedan darla seis varones cis.

En Sky Rojo el guión está centrado en la denuncia de explotación sexual. El problema es que lo hace desde una mirada que estetiza la prostitución hasta el punto de romantizarla. En lo discursivo la serie es abolicionista, si ponemos en “mute” te invita más al consumo que otra cosa. La estética, las percusiones, la música (todo un presupuesto en hitazos), todo parece estar hecho para el morbo heterocis.

Los directores, incluso, eligen narrar un sometimiento sexual con los culos perfectos de las tres protagonistas en primera plana. Y hasta en una escena en la que uno de los proxenetas amenaza a las mujeres para que delaten a sus compañeras, la cámara va mostrando las tetas de una por una. En otro plano vemos como le meten una pistola en la boca a una de las protagonistas como si fuera un pene en un típico plano de video porno. La serie se asemeja más a un videoclip de reggaeton que a lo que algunxs llaman “visibilización de la trata de personas”. No sorprendería que ciertos extractos terminen en pornhub.

Otro de los lugares comunes de Sky Rojo es un lugar común en sí mismo de la industria del entretenimiento de los últimos años: el empoderamiento femenino como respuesta a todo. Estamos en la cuarta ola y asistimos a la entrada de los debates de los feminismos en todos los ámbitos. Nuestras agendas están en la agenda. Pero mientras en todo el mundo las mujeres y las disidencias nos organizamos y peleamos por nuestros derechos con demandas que transversalizan género, etnia, clase social y territorio, la respuesta de la industria es pinkwashing. El girl power, la mujer fuerte y valiente que sola (o con amigas igual de valientes) enfrenta todos los males y se salva.

En lo que todxs coincidimos es en que Sky Rojo se vende como una ficción. Y no quedan dudas de que lo es. Ojalá que ningún despistadx crea que así de glamoroso es como algunas pocas mujeres intentan huir de las redes de trata.

Porque mientras las empresas facturan con el empoderamiento femenino ¿cuántas víctimas de trata se salvan? ¿cuántas prostitutas dejan de serlo? ¿cuántas trabajadoras sexuales que pelean por derechos adquieren alguno?

El contexto en el que se estrenó Sky Rojo

Ningún producto cultural es inocente de su contexto histórico y social. La legislación española en cuanto a prostitución es similar a la Argentina: si bien la prostitución no está penada por la ley, existen normas que penan el proxenetismo y la trata de personas, y que indirectamente criminalizan el trabajo sexual autónomo.

En el caso español, el artículo 187 del Código Penal multa o penaliza con cárcel al proxenetismo coactivo. La prostitución de personas adultas está regulada por las ordenanzas cívicas o municipales y por una ley de seguridad ciudadana, más conocida como “Ley mordaza”. Estas normas multan a las trabajadoras sexuales que ejercen en la vía pública por desobediencia o exhibicionismo.

“Por eso hablamos de un Estado proxeneta. Porque el Estado endeuda a las trabajadoras sexuales y recauda de los servicios de prostitución ”, dice Kenia García, trabajadora sexual e integrante del Colectivo de Prostitutas de Sevilla.

En España también funcionan los llamados los clubes de alterne, que están habilitados con licencias de cafeteria u hoteles, pero en realidad allí trabajan mujeres que ejercen la prostitución.

Dentro de las trabajadoras sexuales, las más perjudicadas siempre son las migrantes. “Estas leyes y ordenanzas funcionan como un control migratorio, para vigilar y castigar a las mujeres migrantes”, dice Kenia. “Organizan redadas policiales con la excusa de luchar contra la trata y en realidad son cacerías de mujeres migrantes que, al no estar regularizadas, terminan presas”.

Justamente en este mismo sentido es que van varios artículos del anteproyecto de la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual que llegará en poco tiempo al congreso español. La ley es una iniciativa que nació en 2020, luego del juicio por el caso conocido como “La Manada”, y tiene un objetivo general positivo: propone eliminar la distinción penal entre abuso y agresión sexual en el Código Penal (una demanda histórica del movimiento feminista) y legislar sobre las violencias sexuales según exige el Convenio de Estambul.

Hasta ahí todo muy bien. Pero como suele suceder cuando se intenta legislar en contra de la trata y la explotación sexual, las normas muchas veces terminan castigando y criminalizando a las trabajadoras sexuales. Específicamente el artículo 187 bis del Código Penal establece: “El que, con ánimo de lucro y de manera habitual, destine un inmueble, local o establecimiento, abierto o no al público, a favorecer la explotación sexual de la prostitución de otra persona, aun con su consentimiento, será castigado con la pena de prisión de uno a tres años, y multa de seis a dieciocho meses sin perjuicio de la clausura prevista en el artículo 194 de este código. La pena se impondrá en su mitad superior cuando la prostitución se ejerza a partir de un acto de violencia, intimidación, engaño o abuso de los descritos en el apartado 1 del artículo 187”.

“Es más conocida como la “ley del solo si es si”, porque se basa en el consentimiento de las mujeres pero paradójicamente anula el consentimiento de las trabajadoras sexuales”, explica Kenia.  En realidad, el artículo en cuestión no es nuevo: recupera del franquismo (1973) la llamada “tercería locativa” en el Código Penal.

Lo que dice, en definitiva es que las personas que alquilen una habitación, un apartamento o un piso donde se ejerza la prostitución serán acusadas de proxenetismo.

“Si se aprueba esta ley, vamos a sufrir persecución vecinal, porque va a ser mucho más fácil denunciarnos; vamos a sufrir persecución policial y desalojos forzosos”, asegura Kenia y destaca además la situación de las compañeras que alquilan un piso y una de ellas firma el contrato. Va a ser acusada de proxeneta.

Varios colectivos feministas de prostitutas y trabajadoras sexuales denunciaron lo que consideran una arremetida contra sus derechos. En un comunicado firmado por, entre otras, Putas Libertarias Raval, Colectivo de Prostitutas de  Sevilla, Sindicato Otras, y la Asociación Feminista de Trabajadoras Sexuales (Afemtras) señalaron que la concreción de esa figura legal generará mayores dificultades para trabajar.

Con el estreno y el consumo masivo de Sky Rojo muchas de las dirigentes de esas organizaciones vieron con preocupación la mirada sobre la prostitución que instala.

Es que Netflix tiene la capacidad de hacer de sus series un ente omnipresente. Son “lo que está viendo todo el mundo”, o de lo que todxs hablamos. Si a eso le sumamos el microclima de Twitter el combo es explosivo.

Por más que lo critiquemos, por ahí es hora de dejar de alimentar el algoritmo e ir a buscar películas y series a otro lado. No hay que ir muy lejos: en 2017 en Argentina se estrenó Alanis, dirigida por Anahí Berneri y protagonizada por Sofía Gala, que aborda la temática sin romantizar la prostitución ni estigmatizar el trabajo sexual.

Fuente: Cosecha Roja01